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sábado, mayo 8

“YO SOY CUANDO COMPRENDO” (Cayetano Arroyo)

Esta serie de artículos aquí reunidos, han sido madurados en mi Todo Esencial, y exteriorizados después a través de diversos escritos al fin de mostrar al hombre de esta llamada "civilización occidental", cuyas pautas han sido la conquista y potenciación del mundo de fuera de sí y el adormecimiento y desequilibrio del mundo de dentro de sí, que aún está a tiempo de comprender que, como diría Al-Ahim: "El caracol que se fabrica una casa en el bosque, no se conoce".

CONVERSACIONES DE AL-AHIM Y SU BURRO AL-HEM

 
Un día, de entre los días de aquella primavera, Al-Ahim muy temprano se montó en su burro y lo dejó trotar a la deriva de su conciencia, preguntándose dónde lo llevaría aquel día.

Vio con asombro que aquella mañana trotaba con más entusiasmo que nunca y este inusitado cambio le impedía meditar sobre todas las cosas que veía en el camino. No obstante, se contentó diciendo: “El de hoy es un día de repaso rápido al libro de la vida”.

A todo esto vio que Al-Hem, que así era el nombre de su burro, rebuznaba de alegría y aceleraba el trote hacia un pequeño manantial de agua. Entonces comprendió la inusitada actitud de su amigo y le dijo: “Hoy, más que por tu conciencia, te has dejado llevar por tu sed”. Y él le contestó: “Cuando una rueda necesita grasa, chilla hasta que se la echan. Pobre de aquel que lo deja para mañana, porque mañana no podrá hacer ni lo de hoy ni lo de mañana”.
***

En cierta ocasión, iba Al-Ahim andando a lado de su burro Al-Hem y al llegar a una bifurcación del camino, uno tomó por un lado y el otro por el otro. Uno que los observaba le preguntó a Al-Ahim: ¿Cómo dejas que tu burro se separe de ti?”. Y Al-Ahim le contestó: “Las cosas de mi burro son sólo suyas, tan sólo cuando la vida nos junta nos podemos servir mutuamente sin compromisos”. 
***

Un día Al-Ahim se bajó de su burro para oler unas rosas que crecían en las márgenes del camino. Al-Hem trató de hacer lo mismo, pero con tan mala fortuna que se pinchó el hocico. Entonces dijo malhumorado: “Ya me extrañaba a mí que fuese gratis recibir este perfume”.

***


Otro día, iba Al-Ahim conversando con su burro y sin darse cuenta se metieron en un sembrado. Cuando se percataron ya habían hecho grandes destrozos. Al-Ahim al que la conciencia no le dejaba tranquilo, le preguntó a su amigo: “¿Cómo solucionamos estos destrozos para que el dueño de estas tierras no se irrite y piense que ha sembrado en balde?”. Y el burro le contestó: “No he visto ningún cartel que dijera: Prohibido pisar a burros despistados”.

***


Mientras paseaban, dialogaban acaloradamente Al-Ahim y su burro Al-Hem. Al-Ahim decía: “Bien sabemos por los libros sagrados que el hombre es el ser más elevado de la creación sobre este planeta”.

Y Al-Hem decía: “Lo que dicen vuestros libros, sólo os interesa a vosotros y además no es una prueba seria para demostrar lo que dices”. Al-Ahim le repuso: “¿Y qué pruebas tienes tú para demostrar lo contrario?”

Al-Hem le contestó: “El no tener libros sagrados”.

***

Al-Hem no gustaba mucho de hablar con sus hermanos los otros burros, y cuando lo hacía era con burros que por su avanzada edad tenían mucha más experiencia.

En cierta ocasión le preguntó al burro más anciano de la aldea: “Hermano anciano, me gustaría que me aconsejaras para llevar una vida lo más exenta de problemas posible”.

El burro anciano le contestó: “Por la pregunta que me haces, sé que nunca dejarás de tener problemas”.

***

En cierta ocasión Al-Hem le dijo a Al-Ahim: “Si me llevas un ratito sobre tus hombros, te demostraré una cosa que nunca olvidarás”. Entonces Al-Ahim, que rebosaba de curiosidad, con todas sus fuerzas, que eran pocas, trató de montar a Al-Hem sobre sus hombros y con grandes esfuerzos y sudores logró llevarlo unos pasos sobre sus espaldas.

Al-Hem entonces le dijo: “Espero que desde ahora, cuando me montes, lo hagas por menos tiempo”.

***

En cierta ocasión una mosca no dejaba tranquilo a Al-Ahim.

Una y otra vez se posaba sobre su cara.

A base de manotazos logró alejarla y entonces dio un suspiro y dijo: “Por fin se ha ido de mí esa mosca pesada”.

Entonces Al-Hem le repuso: “La has alejado de ti para que mi oreja la acoja. Esto es un hecho típicamente humano”.

Al-Ahim le dijo: “¿Qué quieres que haga entonces, que la aguante yo?”. Y el burro le respondió: “si está picándote a ti en ese instante, estás seguro que a ningún otro molesta, y ¿no es ya esto una satisfacción?”

***

Un atardecer, le dijo Al-Ahim a su burro: “Éste no es el camino que tomamos esta mañana al dejar la aldea”.

Y Al-Hem le respondió: “Cuando uno está en sí mismo, nunca se pierde”.

***

Otro día, iba Al-Ahim por el zoco y vio cómo uno le daba grandes azotes a su burro.

Rápidamente se acercó y le preguntó: “¿Porqué martirizas así al animal?”

Él, cuyo nombre era Harum, le dijo: “Me ha tirado las cuatro cántaras de aceite que llevaba”.

Entonces Al-Ahim le respondió: “¿Y cuántas cántaras llevarías tú si no lo tuvieras a él?”.

***

Un día se empeñó Al-Hem en ir por la cornisa de un tajo. Al-Ahim, que iba encima, estaba inquieto. Pero no se atrevía a exteriorizarle a su amigo el miedo que tenía.

Entonces Al-Hem, que estaba sorprendido de la valentía de Al-Ahim, le dijo: “Gracias por confiar en este pobre asno tanto como para saber que estima mucho su vida”.

***



Al-Ahim gusta de tomar el té en casa de un amigo siempre que pasa por allí.

El otro día le preguntó el amigo: “¿Qué te hace venir aquí, el té o encontrarte con mi presencia?”

Y Al-Ahim le respondió: “El té llama a mi cuerpo planetario, como tú llamas a mi espíritu”.



***

Alégrate si encuentras en tu camino a alguien que te recuerde que eres un alumno de esta escuela planetaria tierra y que has venido a ella a aprender. Alégrate aún más si te abre el camino del Conocimiento. Pero nunca olvides que eres tú el único que con tus pasos ha de recorrerlo, porque tus pasos y sólo tus pasos son los que te enseñan. (Cayetano Arroyo)