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sábado, marzo 13

"FELICIDAD Y EL ARTE DE SER" (Sri Ramana Maharshi)

CAPÍTULO 1

¿Qué es Felicidad?
(primera parte)

¿Cuál es la única cosa que desean todos los seres sencientes? ¿No es la felicidad? En el análisis final, ¿no son todos nuestros deseos solo distintas formas del único deseo fundamental de ser felices? ¿No es el deseo fundamental de felicidad, la esencia de cada forma de deseo que podamos tener nunca?

Nuestro deseo de felicidad es la fuerza impulsora detrás de todas las formas incontables de esfuerzo que estamos haciendo siempre. No hacemos nada —bien sea con la mente, el habla o el cuerpo— que no esté impulsado por el deseo fundamental de ser felices. Todas y cada una de nuestras acciones está motivada por el deseo de ser perfectamente felices.

¿Para quién deseamos felicidad? ¿No desea cada uno de nosotros felicidad para sí mismo? Lo primero y más importante, cada uno de nosotros queremos ser felices. Aun- que también podamos querer que otras gentes sean felices, queremos que sean felices debido a que ver su felicidad nos hace sentir felices. Todas las acciones de mente, habla y cuerpo están impelidas por el deseo de felicidad.

Por muy altruistas que podamos pensar que son nuestras acciones, todas ellas están motivadas por el deseo de felicidad. Incluso si sacrificamos nuestro tiempo, dinero, comodidades y conveniencias, o cualquier otra cosa que sea valiosa para nosotros, a fin de hacer alguna acción altruista, bien sea para ayudar a alguna otra persona o para apoyar alguna causa noble, la fuerza impulsora última detrás de tal sacrificio, es nuestro deseo de ser felices. Hacemos acciones altruistas solo porque hacer eso nos hace sentir felices.

Debido a que nos sentimos infelices cuando vemos a otras gentes sufrir, estamos dispuestos a hacer algo para aliviar su sufrimiento, incluso si al hacerlo parecemos causar- nos algún sufrimiento a nosotros. Nos sentimos más felices sufriendo al ayudar a otras gentes de lo que nos sentiríamos si no hacemos nada para ayudarlas. De hecho, podemos obtener felicidad positiva de nuestro sufrimiento, debido a que sabemos que estamos padeciéndolo por el bien de otros.

Llevando esto a un extremo, algunas gentes eligen de hecho sufrir por sufrir, debido a que no pueden sentirse felices a no ser que sientan que están sufriendo. Obtienen placer padeciendo lo que parece ser sufrimiento, debido a que para ellos ese aparente sufrimiento no es realmente sufrimiento sino solo una forma de placer. Por extrema que sea la forma que nuestro deseo pueda tomar, bien sea alguna forma altruista verdadera- mente noble o alguna forma masoquista profundamente perversa, en esencia sigue sien- do solo un deseo de felicidad.

¿Por qué es el deseo de felicidad la causa fundamental y última del deseo de felicidad de otras gentes? ¿Por qué deseamos su felicidad?, ante todo porque contribuye a la nuestra. ¿Por qué, en otras palabras, deseamos finalmente nuestra felicidad más de lo que deseamos la felicidad de otros?

Ante todo estamos interesados en nuestra felicidad debido a que nos amamos más de lo que amamos a ninguna otra persona o cosa. Amamos a otras gentes y cosas debido a que creemos que pueden contribuir a nuestra felicidad. Amamos a cada uno de ellos solo hasta el punto en que creemos que son capaces de hacernos felices, y si pensáramos que no contribuyen o no pueden contribuir de una manera u otra a nuestra felicidad, no sentiríamos ningún amor particular por ellos.

El amor más grande es solo para nosotros, y es por nuestro bien que amamos a otras personas y cosas. Amamos a nuestra familia, amigos y posesiones debido a que sentimos que son nuestros, y debido a que amarlos nos hace sentir felices. El amor por nuestra felicidad es inseparable del amor por nuestro sí mismo.

Debido a que amamos nuestro sí mismo sobre todas las demás cosas, deseamos nuestra felicidad sobre todas las otras cosas. Amamos y deseamos todo lo que nos hace felices, y aborrecemos y tenemos miedo de todo lo que nos hace infelices. Todas nuestras preferencias y aversiones, todos nuestros deseos y miedos, están arraigados en el amor por nuestra felicidad, que a su vez está arraigado en el amor por nuestro sí mismo.

¿Por qué amamos nuestro sí mismo más de lo que amamos a cualquier otra persona o cosa? La razón por la que amamos a ciertas personas y a ciertas cosas es porque sentimos que nos hacen felices, o que al menos pueden hacernos felices. Es decir, amamos todo lo que creemos que puede darnos felicidad. Si sabemos que algo no nos hace felices, y que no puede hacernos felices, no sentimos ningún amor particular por ello. Así pues, ¿no es la felicidad la causa fundamental de todas las formas de amor? ¿No es todo el amor que sentimos por diversas personas y cosas en esencia solo amor por nuestra felicidad? ¿No amamos solo esas cosas que son fuentes potenciales de felicidad para nosotros? Por lo tanto, puesto que amamos nuestro sí mismo sobre todas las otras cosas, ¿no está claro que somos lo primero entre todas las fuentes potenciales de felicidad?

De hecho, somos la única fuente verdadera de toda felicidad, debido a que cualquiera que sea la felicidad que parezcamos obtener de otras gentes o cosas, surge solo de dentro de nosotros. Puesto que toda felicidad finalmente viene solo de dentro de nosotros, ¿no está claro que la felicidad es algo inherente en nosotros? De hecho, la felicidad es nuestra naturaleza verdadera y esencial. Por lo tanto, la razón por la que amamos nuestro sí mismo más que a cualquier otra persona o cosa, es simplemente que somos felicidad —la plenitud de felicidad perfecta, y la única fuente final de todas las diversas formas de felicidad que obtenemos aparentemente de otras gentes y cosas.

El amor por nuestro sí mismo y por la felicidad no es malo. Es perfectamente natural, y por lo tanto inevitable. Deviene malo solo cuando, debido a nuestra falta de comprensión correcta sobre dónde está la verdadera felicidad, nos impele a realizar acciones que causan daño a otras gentes. Por lo tanto, para evitar hacer daño a alguien —para evitar hacer a algún otro infeliz— es esencial que comprendamos qué es la verdadera felicidad y dónde está nuestra verdadera felicidad.

Para comprender esto, primero debemos comprender más sobre nosotros. Puesto que el amor y la felicidad son sentimientos subjetivos que son experimentados por nosotros, no podemos comprender la naturaleza verdadera de ninguno de ellos sin comprender primero la naturaleza verdadera de nosotros. Solo si comprendemos nuestra naturaleza verdadera seremos capaces de comprender cómo surge dentro de nosotros el deseo de felicidad, y por qué amamos nuestro sí mismo y nuestra felicidad sobre todas las otras cosas.

La cara opuesta de nuestro deseo de ser felices es el deseo de estar libres de dolor, sufrimiento, miseria o cualquier otra forma de infelicidad. Lo que todos deseamos es ser perfectamente felices, libres de la más mínima forma de infelicidad. De hecho, lo que llamamos felicidad es solo el estado en el que estamos libres de infelicidad.

Nuestro estado natural es ser felices. El deseo de felicidad es el deseo de nuestro estado natural. Consciente o inconscientemente, todos estamos buscando lo que es natural para nosotros. Por ejemplo, cuando tenemos un dolor de cabeza, ¿por qué deseamos librarnos de él? Debido a que un dolor de cabeza no es natural a nosotros, cuando experimentamos uno, deseamos estar libres de él. Es el mismo caso con las demás cosas que no son naturales a nosotros. No podemos sentirnos completamente cómodos o felices con algo que no es verdaderamente natural a nosotros. Por eso es por lo que nunca nos sentimos totalmente felices, a pesar de todos los placeres materiales, mentales y emocionales que podamos estar gozando. Todos esos placeres vienen y se van, y, por consiguiente, no son naturales a nosotros.

Todo lo que es verdaderamente natural a nosotros —todo lo que es inherente a nuestra naturaleza esencial —debe estar con nosotros siempre. Puesto que el cuerpo físico que ahora tomamos como nosotros es experimentado solo en el presente estado de vigilia, y no en el sueño con sueños o en el sueño profundo, no es nuestra naturaleza esencial. De la misma manera, puesto que la mente es experimentada solo en los estados de vigilia y sueño con sueños, y no en el estado de sueño profundo, ella no es tampoco nuestra naturaleza esencial. Debido a que en el sueño profundo permanecemos apacible y felizmente sin la mente ni el cuerpo, ninguno de ellos es natural a nosotros.

Aunque este aserto de que existimos en la ausencia de la mente y cuerpo en el sueño profundo pueda parecernos inicialmente extraño, y, por lo tanto, pueda parecer cuestionable a una observación superficial, si lo consideramos cuidadosamente, comprenderemos claramente que no es meramente una suposición dudosa, sino que es de hecho la verdad obvia que cada uno de nosotros experimenta realmente en el sueño profundo, como veremos más claramente cuando examinemos nuestros tres estados de consciencia con más detalle en el siguiente capítulo. Por lo tanto, puesto que la mente y cuerpo no son naturales a nosotros, nunca podemos sentirnos completamente cómodos o felices con ninguno de ellos, o con ninguno de los placeres materiales, sensuales, mentales, intelectuales o emocionales que podamos gozar a través de ellos.

¿Por qué debemos pensar que la felicidad es nuestro estado natural, y que la infelicidad es algo innatural a nosotros? Si nuestra naturaleza verdadera es realmente felicidad, ¿por qué no nos sentimos perfectamente felices siempre? ¿Cómo surge la infelicidad?

Podemos comprender esto analizando la experiencia de los tres estados de consciencia, a saber, vigilia, sueño con sueños y sueño profundo. En los estados de vigilia y sueño con sueños, experimentamos una mezcla de placer y dolor, o felicidad e infelicidad. Pero, ¿qué experimentamos en el sueño profundo, cuando esta mezcla de placer y dolor es eliminada? En la ausencia de esta mezcla, ¿experimentamos felicidad o infelicidad? En el estado de sueño profundo, ¿no nos sentimos perfectamente felices, y libres de toda miseria o infelicidad? Así pues, ¿no está claro que ni la infelicidad, ni una mezcla de felicidad e infelicidad, es natural a nosotros? Puesto que podemos existir en la ausencia de infelicidad, ella no puede ser nuestra naturaleza real. La infelicidad es meramente una negación de la felicidad, que es natural a nosotros.

Si la infelicidad no puede ser nuestra naturaleza real debido a que podemos existir en su ausencia, ¿no podemos decir lo mismo sobre la felicidad? Cuando somos infelices, ¿no estamos existiendo en ausencia de la felicidad? No, la felicidad es algo que nunca está enteramente ausente.

La infelicidad es un estado relativo, un estado que existe solo en relación a la felicidad. Sin la existencia subyacente de la felicidad, no habría tal cosa como la infelicidad. Nos sentimos infelices debido solo a que deseamos ser felices. Si la felicidad fuera a devenir alguna vez absolutamente no-existente, no sentiríamos ningún deseo de ella, y, por consiguiente, no nos sentiríamos infelices. Incluso en un estado de la más intensa infelicidad, sigue existiendo la felicidad como algo por lo que sentimos deseo. Por con- siguiente, no hay ninguna cosa tal como la infelicidad absoluta.

Si la infelicidad es algo que es meramente relativo, ¿no podemos decir lo mismo de la felicidad? ¿No es felicidad también un estado relativo, un estado que existe solo en relación a la infelicidad? La felicidad que experimentamos en la vigilia y el sueño con sueños es ciertamente relativa, y, por lo tanto, es siempre incompleta o imperfecta. Pero, ¿podemos decir lo mismo sobre la felicidad que experimentamos en el sueño profundo? ¿La felicidad del sueño profundo existe solo en relación con la infelicidad?

No, en el sueño profundo la infelicidad está totalmente ausente. Cuando estamos en sueño profundo, la infelicidad no existe ni como un pensamiento, ni como algo que temamos o deseemos evitar. Por consiguiente, puesto que la infelicidad no puede existir sin un deseo de felicidad, y puesto que la felicidad puede existir sin la más leve noción de infelicidad, la infelicidad es enteramente relativa, mientras que la felicidad puede ser o relativa o absoluta.

La felicidad y la infelicidad relativas que experimentamos en los estados de vigilia y sueño con sueños son un reflejo distorsionado de la felicidad absoluta que es nuestra naturaleza verdadera, y que subyace a los tres estados de vigilia, sueño con sueños y sueño profundo. Experimentamos felicidad e infelicidad relativas en los estados de vigilia y sueño con sueños debido a que en ese tiempo nuestra naturaleza real de felicidad absoluta está de algún modo velada y obscurecida.

¿Qué es lo que en los estados de vigilia y sueño con sueños oscurece nuestro estado natural de felicidad absoluta? ¿Por qué en el sueño profundo experimentamos felicidad perfecta, no tocada por el menor rastro de infelicidad, mientras que en los estados de vigilia y sueño con sueños experimentamos solo una mezcla de felicidad e infelicidad relativas? ¿Cuál es la diferencia entre el sueño profundo y los otros dos estados que nos permite experimentar felicidad absoluta en el primero, pero solo felicidad e infelicidad relativas en los últimos?

En el sueño profundo la mente está ausente, y junto con ella están ausentes todas las formas de pensamiento, mientras que en los estados de vigilia y sueño con sueños la mente ha surgido y está activa, pensando pensamientos de innumerables cosas diferentes. Cuando la mente y todos sus pensamientos están ausentes, como en el sueño pro- fundo, experimentamos felicidad perfecta, mientras que cuando la mente está activa, pensando un pensamiento tras otro, como en la vigilia y el sueño con sueños, experimentamos solo una mezcla de felicidad parcial e infelicidad parcial. Así pues, ¿no está claro que el surgimiento de la mente y sus pensamientos es lo que oscurece nuestro estado natural de felicidad absoluta?

Incluso ahora, en este estado de vigilia, nuestra naturaleza verdadera y esencial es felicidad absoluta, pero esa felicidad absoluta está nublada y oscurecida por la persisten- te actividad de la mente. Por lo tanto, puesto que la actividad mental es la nube o el velo que oscurece nuestra experiencia de felicidad inherente y natural, todo lo que necesitamos hacer para experimentar esa felicidad en plenitud, es poner fin a toda nuestra actividad mental —cesar de surgir como una mente que piensa algo. Puesto que experimentamos felicidad perfecta en el sueño profundo debido a la cesación de la actividad mental, podemos experimentar la misma felicidad ahora en el estado de vigilia, a condición de que detengamos todo el pensamiento o actividad mental.

Puesto que nuestra felicidad natural y absoluta es así oscurecida por el constante flujo de pensamientos de la mente, que surgen uno tras otro en rápida sucesión, ¿cómo en medio de ese flujo podemos experimentar diversos grados de felicidad e infelicidad relativa? Puesto que la actividad del pensamiento es la nube que oscurece nuestra felicidad natural, cuanto más intensa deviene esa actividad, tanto más densamente oscurece nuestra felicidad inherente.

Cuando la mente está extremadamente agitada, es decir, cuando su actividad de pensamiento deviene muy intensa, somos incapaces de experimentar más allá de un vis- lumbre de nuestra felicidad inherente, y, por consiguiente, nos sentimos inquietos e in- felices. Pero cuando la mente deviene relativamente calma, es decir, cuando su actividad de pensamiento disminuye, somos capaces de experimentar nuestra felicidad inherente más plenamente, y, por lo tanto, nos sentimos comparativamente apacibles y felices.

Así pues, la calma y paz de la mente nos hace sentir relativamente felices, mientras que la inquietud y agitación de la mente nos hace sentir relativamente infelices. ¿No es ésta la experiencia de todos nosotros? ¿No nos sentimos todos apacibles y felices cuando la mente está calmada y en paz? ¿Y no nos sentimos todos inquietos e infelices cuando la mente está agitada y perturbada?

La razón por la que experimentamos felicidad perfecta en el sueño profundo es que la mente ha devenido entonces perfectamente calma y apacible, al haberse sumergido retirándose de toda su actividad. Puesto que ningún pensamiento surge en el sueño pro- fundo para perturbar nuestro estado natural de ser apacibles, en ese estado experimentamos nuestra felicidad inherente sin la menor obstrucción.

Así pues, ¿no está claro que la felicidad es un estado de ser, y la infelicidad es un estado de hacer? Mientras la mente está activa o haciendo algo, pensando un pensamiento u otro, experimentamos solo una mezcla de felicidad e infelicidad, y cualquier felicidad que experimentemos en medio de esa mezcla es imperfecta, limitada y relativa. Experimentamos felicidad perfecta, ilimitada y absoluta solo cuando la mente deviene perfectamente quieta.

Nuestro ser esencial es por lo tanto felicidad. Cuando permanecemos meramente como ser, sin surgir para pensar o hacer algo, como en el sueño profundo, experimentamos felicidad perfecta, no tocada por la más leve aflicción, infelicidad o descontento. Pero tan pronto como surgimos como esta mente pensante, experimentamos agitación, descontento e infelicidad.

Puesto que experimentamos así felicidad perfecta en la ausencia de toda actividad mental, como en el sueño profundo, ¿no está claro que tal felicidad es algo que es inherente dentro de nosotros, y que la actividad mental es el único obstáculo que nos impide experimentarla en plenitud en los estados de vigilia y sueño con sueños? Por lo tanto, toda felicidad limitada que podamos experimentar en los estados de vigilia y sueño con sueños cuando la mente deviene comparativamente calma y apacible, es solo una fracción de la felicidad que es ya inherente dentro de nosotros.

La felicidad es algo que surge de dentro de nosotros, y no algo que viene de fuera.

¿Por qué entonces pensamos que obtenemos placer o felicidad de objetos materiales y circunstancias externas? ¿Está la felicidad en realidad en algún objeto material o alguna circunstancia externa? No, la felicidad no es obviamente algo que exista en ningún objeto o circunstancia fuera de nosotros.

¿Entonces cómo parece que obtenemos felicidad de ciertos objetos y circunstancias? Toda felicidad relativa que podamos parecer obtener de ellos es de hecho un estado de la mente. La felicidad es algo que está latente dentro de nosotros, y algunas veces de- viene manifiesta cuando experimentamos ciertos objetos materiales o circunstancias externas. ¿Cómo acontece esto?

Siempre que obtenemos algo que nos gusta, y siempre que evitamos o nos deshacemos de algo que nos desagrada, nos sentimos felices. E inversamente, siempre que perdemos o somos incapaces de obtener algo que nos gusta, y siempre que no podemos deshacernos o evitar algo que nos desagrada, nos sentimos infelices. En otras palabras, nos sentimos felices cuando nuestros deseos son cumplidos, e infelices cuando no son cumplidos.