Seguidores


Configure
- Back To Orginal +

sábado, enero 23

“INTRODUCCIÓN BÁSICA A UCDM” (Kenneth Wapnick)

CAPÍTULO 5
JESÚS: EL PROPÓSITO DE SU VIDA


La razón por la cual considero importante hablar ahora sobre Jesús, es porque todo el mundo parece tener problemas con él, debido a algunas de las razones que les mencioné antes. Al crecer en el mundo, ya sea como cristiano o como judío, la noción que la persona tendrá sobre Jesús va a ser deformada. En Un curso de milagros él quiere aclarar eso. Él quiere que la gente lo vea como un hermano amoroso en vez de verlo como un hermano juzgador, de muerte, de culpa y de sufrimiento, o como un hermano que no existe. Es por esto que el Curso llegó en la forma como llegó y por qué Jesús hace tal énfasis en que él es el autor del mismo.

Permítanme hablar primero de cómo Jesús se describe a sí mismo y describe el propósito de su vida.

Uno de los conceptos más importantes en Un curso de milagros es el de causa y efecto. Es una forma muy útil de mirar toda la idea del perdón, especialmente mirar la misión de Jesús y cómo él la cumplió. La naturaleza misma de causa y efecto es que no podemos tener la una sin el otro. Lo que hace que algo sea una causa es que ésta lleva a un efecto, y lo que hace que algo sea un efecto es que éste viene de una causa.

Una de mis líneas favoritas en el Curso parece casi incomprensible. Ésta dice: “ Lo que hace que una causa sea causa, son sus efectos ” (T-28.II.1:2). Ésta es una forma poética de decir que una causa se hace causa por su efecto. Así que lo que hace que algo sea una causa es que ésta tiene un efecto. Igualmente, lo que hace que algo sea un efecto es que éste tiene una causa. Éste es un principio fundamental tanto en este mundo como en el Cielo. Dios es la primera Causa y el Efecto es Su Hijo. Así pues, Dios es la Causa que estableció que Su Hijo es el Efecto. Y como un Efecto de Dios, nosotros, por tanto, establecemos que Dios es el Creador o Padre. El principio también funciona en este mundo, de modo que cada acción tendrá una reacción. Esto también quiere decir que si algo no es causa, no puede existir en este mundo. Todo en este mundo debe tener un efecto; de lo contrario no existiría. Cada acción debe tener una reacción: ese es el principio fundamental de la física. Si algo existe, tendrá un efecto en alguna otra cosa.

Por lo tanto, todo lo que existe en este mundo es una causa y tendrá un efecto, y es este efecto lo que establece la causa. ¿Bien? Captar este principio es muy importante porque entonces lo podemos utilizar como fórmula abstracta y sacarle provecho. Recuerden la narración bíblica sobre el pecado original. Cuando Dios alcanzó a Adán y Eva y los castigó, puso el castigo dentro de una frase causal. Dijo: “ Debido a lo que han hecho, esto es lo que sucederá. Puesto que han pecado, el efecto de su pecado será una vida de sufrimiento. ”Por lo tanto, el pecado es la causa de todo el sufrimiento de este mundo. El pecado de la separación, el cual produjo el nacimiento del ego, hace que surja como efecto una vida de sufrimiento, de dolor y eventualmente de muerte.

Todo lo que conocemos en este mundo es el efecto de nuestra creencia en el pecado. Por lo tanto, el pecado es la causa, de la cual el dolor, el sufrimiento y la muerte, son el efecto. San Pablo lo expuso brillantemente cuando dijo, “ Pues el salario del pecado es la muerte ” (El Curso también se refiere a esto [T-19.II.3:6].) Él estaba diciendo exactamente la misma cosa. El pecado es la causa de la cual la muerte es el efecto. No existe testigo más poderoso de la realidad del mundo separado que la muerte. Éste es un tema prominente del Curso. Así que entonces la muerte se convierte en la prueba final de que el pecado es real. La muerte es el efecto del pecado, que es la causa.

Si tratamos ahora de seguir el pensamiento del Espíritu Santo y queremos probar que este mundo no es real y que el pecado de la separación nunca ocurrió, todo lo que se necesita es probar que el pecado no tiene efecto. Si podemos probar que la causa no tiene efecto, entonces la causa ya no puede existir más. Si algo no es una causa, no es real, porque todo lo que es real debe ser una causa y así tener un efecto. Si quitamos el efecto, también estamos eliminando la causa. Ahora, si el mayor efecto del pecado en este mundo es la muerte, al demostrar que la muerte es una ilusión, se demuestra simultáneamente que no hay pecado.

Esto también afirma que la separación nunca ocurrió. Por lo tanto, necesitamos a alguien que nos demuestre que la muerte no existe. Al deshacer la muerte, esa persona también deshará el pecado y simultáneamente nos demostrará que no existe la separación; la separación nunca ocurrió y la única realidad, la única Causa verdadera es Dios. Esa persona fue Jesús. Su misión fue demostrarnos que la muerte no existe.

Los evangelios hablan de Jesús como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo (véase, por ejemplo, Jn1:29). La forma como él quitó los pecados del mundo fue demostrándonos que estos no tenían efecto. Al superar la muerte, él quitó todos los pecados. Sin embargo, ésta no es la forma como las iglesias lo han entendido, o como lo han enseñado. Así que una de las razones importantes por las cuales el Curso ha venido en esta época, en esta forma, es para corregir este error.

Lo que Jesús hizo fue vivir en este mundo— el mundo del sufrimiento, el pecado y la muerte—, y demostrarnos que éste no tenía efecto en él. Toda la base de Un curso de Milagros descansa en la comprensión de que la resurrección de Jesús real-mente ocurrió. Estrictamente hablando, la resurrección es sólo el despertar del sueño de la muerte. Así que sólo le concierne a la mente y no al cuerpo. Pero siguiendo el lenguaje tradicional cristiano, el Curso frecuentemente utiliza el término “ resurrección”, de modo que corresponda al significado tradicional.

Jesús dijo: “No enseñes que mi muerte fue en vano. Más bien enseña que no morí, al demostrar que vivo en ti ” (T-11.VI.7:3-4).

Él lo dice muchas veces en formas distintas. Lo que es crucial que entendamos es que no hay muerte, porque si la muerte es real, entonces cualquier otra forma de sufrimiento es real, y Dios está muerto. Además, si el pecado es real, significa que una parte de Dios se ha separado a sí misma de Dios, lo cual quiere decir que no puede haber un Dios.

Dios y Su Hijo no pueden estar separados. Así que Jesús se enfrentó al testimonio más preciso de la realidad de este mundo y demostró que no tenía ningún poder sobre él. Éste fue el significado de su vida, su misión y su función. Vencer a la muerte es demostrar que la muerte no es real, que su causa aparente tampoco es real, y que, por lo tanto, nosotros verdaderamente nunca nos separamos de nuestro Padre.

Esto es deshacer la separación. El Curso habla del Espíritu Santo como el principio de la Expiación. Cuando aparentemente sucedió la separación, Dios colocó al Espíritu Santo en nosotros, lo cual deshizo la separación. Ése es el principio, pero éste tuvo que manifestarse en este mundo; y Jesús fue quien manifestó el principio de la Expiación a través de su propia vida, muerte y resurrección. Repito, para beneficiarnos de Un curso de Milagros, no es necesario creer en Jesús como nuestro salvador personal, Señor, o cualesquiera que sean las palabras que escojamos. Pero en algún nivel tenemos que aceptar el hecho de que la resurrección es algo que pudo haber ocurrido, aún cuando no creamos en Jesús.

Finalmente, no podemos aceptar el Curso a menos que aceptemos también el hecho de que la muerte es una ilusión. No tenemos que hacer esto inmediatamente, y no tenemos que integrar esto totalmente a nuestra vida, puesto que en el momento en que lo integremos totalmente ya no estaremos aquí. Ésta es la meta. Pero como idea intelectual, tenemos que reconocerla como parte esencial de todo el sistema.

P: ¿Cuando usted dice que no estaremos más aquí, quiere decir que moriremos?

R: Bueno, realmente quiere decir que no necesitamos estar aquí para nuestra propia Expiación; eventualmente habremos cumplido con el propósito por el cual estamos aquí. Cuando el propósito se ha cumplido, entonces dejaremos nuestro cuerpo y estaremos de regreso en nuestro Hogar. Ése es un hermoso pensamiento, no es un mal pensamiento, como generalmente lo vemos. Este principio de causa y efecto también opera en términos del perdón, y Jesús ofrece algunas de las mejores demostraciones al respecto.

Piensen nuevamente en el ejemplo de que estoy aquí sentado cuando alguien entra y me ataca. Si no estoy en mi mente correcta, veré a esa persona como la causa de mi sufrimiento. Entonces mi sufrimiento será el efecto del pecado de esa persona. Mi reacción al ser herido reforzará el hecho de que esta persona ha pecado. Si estoy en mi mente correcta pondré la otra mejilla, que quiere decir, en este sentido, que le demostraré a esa persona que su pecado contra mí no tuvo efecto puesto que no me ha herido. Al cancelar el efecto, también estoy cancelando la causa. Éste es el verdadero perdón. Jesús nos dio este ejemplo, no sólo por medio de su resurrección, sino en varios actos al final de su vida.

Esto se encuentra en una sección muy poderosa en el texto llamada “ El mensaje de la crucifixión ” (T-6.I). La gente estaba atacándolo, humillándolo, mofándose e insultándole, y finalmente lo mataron. Al pecar contra él lo estaban haciendo sufrir sólo en apariencia. El hecho de que el no devolvió el ataque, sino que continuó amándolos y perdonándolos, fue su forma de decirles que su pecado contra él no tenía efecto; por lo tanto, ellos no habían pecado. Simplemente se habían equivocado. Simplemente habían pedido ayuda. Así es como Jesús perdonó nuestros pecados, no sólo durante su vida, sino ciertamente en su resurrección también. Su resurrección claramente demostró que el pecado del mundo de asesinato contra él, no tuvo efecto. Él está aún con nosotros; por lo tanto ellos no pudieron haberlo asesinado, lo que quiere decir que no pecaron. Sólo habían mirado su “pecado” erradamente. Ése es el plan de perdón del Espíritu Santo que el Curso describe. Tú deshaces la causa al demostrar que no tuvo efecto.

La cosa más difícil en todo el mundo es enfrentarse al ataque con perdón. Pero esa es la única cosa que Dios nos pide. También es la única cosa que Jesús nos pide. Lo más hermoso es que no sólo nos dio ese ejemplo perfecto de cómo se debe hacer esto, sino que también ha permanecido dentro de nosotros para ayudarnos a que lo hagamos.

Nadie podría enfrentarse a los ataques del mundo sin saber que hay Alguien dentro de nosotros que está protegiéndonos, amándonos y consolándonos, pidiéndonos que compartamos su amor con la persona que nos está atacando. No podemos hacer esto sin su ayuda. Ésa es la súplica que Jesús hace una vez tras otra en el Curso —que aceptemos Su ayuda para perdonar.

P: ¿Entonces eso quiere decir que cuando verdaderamente perdonamos a otro, después de haber sido atacados, no es el ego quien perdona sino que ahora somos la manifestación del Espíritu Santo y Él es Quien perdona?

R: Sí. Cuando Jesús dice en el Curso que él es la manifestación del Espíritu Santo, quiere decir que no tiene ninguna otra voz. Al Espíritu Santo se le describe como la Voz que habla por Dios. Dios no tiene dos voces. Jesús ya no tiene un ego, así que la otra y única Voz de que dispone es la del Espíritu Santo y Él es la manifestación de Ella.

En la medida en que nosotros nos identifiquemos con él y nos unamos a él para compartir su percepción del mundo (la visión de Cristo), entonces en esa misma medida también nos convertimos en manifestaciones del Espíritu Santo y nuestra voz se convertirá en Su Voz. Así que cada vez que abramos la boca para hablar, será Su Voz la que se escuche. Eso es, realmente, lo que nos pide Jesús.

Una de las líneas más hermosas en el Curso es la introducción al quinto repaso en el libro de ejercicios para estudiantes (L-pI.rV.9:2-3). Éste es uno de los pocos lugares en el libro de ejercicios donde Jesús habla acerca de sí mismo. Parafraseándolo, aquí dice: “Necesito tus ojos, tus manos y tus pies. Necesito tu voz por medio de la cual yo salve al mundo”. Esto significa que sin nosotros él no puede salvar al mundo. Esto es lo que quiere decir en el texto cuando dice: “Te necesito tanto como tú me necesitas” (T-8.V.6:10).

Su voz no puede ser escuchada en el mundo a menos que no sea a través de nosotros, porque nadie puede escucharla de otra forma. Tiene que venir a través de formas y cuerpos específicos en este mundo para que otros cuerpos la escuchen. De lo contrario, él siempre permanecerá como una abstracción simbólica que significa poco.

Nos necesita para que soltemos nuestro ego lo suficiente para permitirle hablar a través de nosotros. Hay una hermosa oración del Cardenal Newman que termina así: “Y no permitas que cuando miren a lo alto me vean a mí sino sólo a Jesús”. Cuando la gente nos escuche, que no sea a nosotros sino sólo sus palabras. No es necesario identificarnos personalmente con Jesús como un personaje histórico, alguien que fue crucificado y “se levantó de entre los muertos”. Aún ni siquiera es necesario identificarnos con él como el autor del Curso o como nuestro maestro. Sin embargo, es necesario perdonarlo. Si no lo hacemos, estamos aferrándonos a algo contra él que en verdad retenemos contra nosotros mismos. Él no pide que lo tomemos como nuestro maestro personal. El sólo pide que lo miremos en forma diferente y no lo hagamos responsable de lo que otras personas han hecho de él.

En un punto en el Curso, el Espíritu Santo dice: “Se han hecho ídolos amargos de él que sólo quiere ser un hermano para el mundo ” (C-5.5:7). Como dijo Freud: “No soy freudiano” , Jesús podría decir: “no soy cristiano”.

Nietzsche dijo que el último cristiano murió en la cruz, lo cual desafortunadamente puede ser verdad. Entonces, en resumen, podemos recordar las palabras de Jesús en Un curso de Milagros, que lo tomemos a él como modelo de aprendizaje (T-5.II.9:6-7; 12:1-3; T-6.in.2:1; T-6.I.7:2; 8:6-7). Sin duda esto no quiere decir que tenemos que ser crucificados como él lo fue, sino más bien que nos identifiquemos con el significado de su muerte; especialmente debemos recordar el ejemplo de Jesús y pedir su ayuda cuando nos vemos tentados a sentir que se nos trata injustamente, que somos víctimas inocentes de lo que el mundo nos ha hecho. Sin duda alguna, a los ojos del mundo, él fue una víctima inocente, pero él no compartió ese punto de vista. Por lo tanto, él nos pide (por lo general en condiciones mucho menos extremas que las de su vida), que recordemos que sólo podemos ser víctimas de nuestros pensamientos, y que la paz y el amor de Dios, que son nuestra verdadera Identidad, no pueden ser afectados por lo que otros hacen o, aún más, parece que nos hicieran.

Ese recuerdo es la base del perdón, y el aprenderlo es la finalidad de Un curso de Milagros
.