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lunes, noviembre 30

"AMISTAD CON DIOS" (Neale Donald Walsch)

Capítulo 5

Primero, Me tienes que conocer.

Creí que ya Te conocía.

Sólo de manera casual. Aún no Me conoces íntimamente. Al fin hemos tenido una buena conversación pero se va a requerir más que eso.

De acuerdo. Entonces, ¿cómo puedo llegar a conocerte mejor?

Con disposición.

¿Disposición?

Tienes que contar con una verdadera disposición. Tienes que estar dispuesto a verme en donde Me encuentres, no únicamente donde esperas encontrarme. Debes verme donde Me encuentres y encontrarme donde Me veas.

No entiendo el significado de eso.

Muchas personas Me ven.

Pero, ¿cómo nos podemos asegurar de reconocerte?

Esa palabra que usaste es grandiosa. “Reconocer” significa “conocer nuevamente”. O sea, reconocer.

Deben tratar de llegar a conocerme nuevamente.

¿Cómo hacemos eso?

Primero, deben creer que existo. La fe precede a la voluntad como una herramienta para conocer a Dios. Debes creer que existe un Dios para conocer.

La mayoría de la gente cree en Dios. Las encuestas revelan que, de hecho, en años recientes, la fe en Dios ha aumentado alrededor del planeta.

Sí, me complace decir que la mayoría de ustedes sí creen en Mí. De manera que no es su creencia en Mí la que provoca problemas, sino sus creencias acerca de Mí.

Una de las cosas que ustedes creen es que no desean conocerme. Algunos, inclusive, ni siquiera se atreven a pronunciar Mi nombre. Otros sienten que no deberían escribir la palabras “Dios”, sino que, por respeto, deberían escribir “D”. también hay gente que piensa que no tiene nada de malo escribir Mi nombre, pero que debe ser el correcto y, que si se trata de un nombre incorrecto, habrán cometido una blasfemia.

Pero, independientemente de que Me llamen Jehová, Yavé, Dios, Alá, o Carlos, aún soy Quien soy, lo Que soy, estoy Donde estoy y, por todos los cielos, no dejaré de amarlos porque usaron el nombre equivocado al referirse a Mí.

Así que pueden dejar de pelear acerca de cómo llamarme.

Es penoso, ¿verdad?

Esa es una palabra que usas tú, reflejando una opinión personal. Yo simplemente estoy señalando cómo son las cosas.

Incluso muchas de las religiones que no discuten Mi nombre enseñan que es insensato buscar demasiada información acerca de Él, y que es una herejía afirmar que Dios te ha hablado.

Así, pues, aunque tu fe en Dios es necesaria, tu fe acerca de Dios también es importante.

Es ahí donde entra la voluntad. No solamente debes creer para conocerme, también debes estar dispuesto a realmente conocerme; no simplemente saber lo que crees que debes saber acerca de Mí. Si tus creencias acerca de Mí te impiden conocerme cómo soy realmente, entonces toda la fe del mundo no va a funcionar. Seguirás sabiendo lo que crees saber, en lugar de lo que es en realidad.

Debes estar dispuesto a suspender lo que crees saber acerca de Dios, con el fin de conocerlo como nunca creíste que sería posible.

Ésta es la clave, porque tienes muchas fantasías acerca de Dios que no tienen semejanza alguna con la realidad.

¿Cómo puedo alcanzar este nivel de disposición?

Ya lo has alcanzado, de lo contrario, no estarías perdiendo el tiempo con este libro. Ahora, expande esta experiencia. Ábrete a nuevas ideas, nuevas posibilidades con respecto a Mí. Si yo fuera tu mejor amigo y no tu “padre”, ¡piensa lo que podrías decirme!, ¡lo que Me podrías preguntar!

Para poder conocer a Dios, debes estar “listo, dispuesto y abierto”. La fe es el comienzo. Tu fe en alguna clase de poder superior, en algún tipo de deidad, indica que estás “listo”.

Luego, tu capacidad para aceptar nuevos pensamientos acerca de Dios, pensamientos que nunca has tenido antes, pensamientos que, quizá, hasta te sacudan un poco como “Amigo Nuestro, que estás en los cielos”, es señal de que estás “dispuesto”.

Finalmente, debes estar “abierto”. Si te es simplemente imposible ver a Dios en alguna de las nuevas formas que has aprendido, habrás obstruido el mecanismo a través del cual podrías llegar a conocer a Dios verdaderamente.

También debes abrazar a un Dios que te ama y te abraza a ti, sin condición; debes tener la capacidad de aceptar en tu vida a un Dios que te acepta en su reino, sin pregunta alguna; debes tener la capacidad de dejar de castigarte por creer en un Dios que no te castigará; y debes tener la capacidad de hablar con un Dios que nunca ha dejado de hablar contigo.

Todas estas son ideas radicales. Las iglesias, en efecto, las llaman herejías. Así pues, la ironía más grande de todas es que quizá tengas que abandonar la Iglesia para poder llegar a conocer a Dios. Indudablemente, cuando menos tendrás que abandonar algunas de las enseñanzas de la Iglesia. Las Iglesias hablan acerca de un Dios que te han dicho no puedes conocer y a quien no escogerías como amigo; pues, ¿por qué tendrías un amigo que te castiga por cada una de tus transgresiones? ¿Y qué clase de amigo considera que has cometido una transgresión simplemente porque te referiste a él usando el nombre equivocado?

En Conversaciones con Dios me dijiste muchas cosas que contradecían todo aquello que sabía acerca de Ti.

Yo sé que crees en Dios, o ni siquiera podrías sostener conversaciones reales con Él. De modo que estabas “listo” para tener una relación conmigo, pero, ¿estabas dispuesto? Veo que lo estabas, ya que la disposición requiere de gran valor y lo has demostrado, no sólo al explorar otros puntos de vista alejados de la tradición, sino al hacerlo en forma pública. Así, tu conversación no sólo te ayudó a realizar esta exploración, sino que le ayudó a millones más junto contigo. Lo hicieron en forma indirecta, a través de tus tres libros, que se leyeron con entusiasmo alrededor del mundo -una gran señal de que el público general también siente esa misma disposición.

¿Estás preparado para conocerme y así mantener algo más que únicamente una conversación; también una amistad con Dios?

Sí, porque no me ha sido difícil el proceso de dejar atrás mis viejas creencias acerca de Ti para aceptar las nuevas que me diste en Conversaciones. De hecho, para ser sincero, ya tenía muchas de esas ideas. En este sentido, la trilogía de Conversaciones con Dios no fue tanto una revelación como una confirmación.

Durante los últimos años, mi correo me indica que lo mismo le ocurrió a otros miles de personas. Y éste es un momento tan oportuno como cualquier otro para narrar la historia de cómo se escribió este libro.

El diálogo de Conversaciones con Dios no se escribió como un libro, a diferencia del material que estoy redactando actualmente. Cuando el diálogo comenzó, no tenía la menor idea de que alguna vez se llegaría a publicar. Hasta donde yo sabía, estaba medio de un proceso privado, del cual nadie más se enteraría.

El proceso comenzó una noche de febrero de 1992, cuando estaba a punto de caer en una depresión crónica. Nada en mi vida marchaba bien. La relación con mi pareja había terminado, mi carrera se encontraba en un callejón sin salida y hasta mi salud se estaba que-brantando.

En mi vida, generalmente, si no era una cosa era otra, pero ahora todo ocurría al mismo tiempo. Toda la estructura colapsaba y aparentemente no había nada que pudiera hacer para detener el proceso. No era la primera ocasión en la que veía con impotencia la disolución de lo que yo creía era una relación permanente. Tampoco era la segunda, ni tercera, ni cuarta. Comenzaba a sentir mucha ira por mi incapacidad de mantener una relación sólida, por no comprender qué se necesitaba para lograrlo y por el hecho de que ninguno de mis esfuerzos parecía producir resultados.

Comenzaba a creer que sencillamente no contaba con el equipo necesario para jugar en el juego de la Vida y estaba furioso.

Mi carrera tampoco iba sobre ruedas. Poco a poco se extinguía. Mis más de treinta años de incursión en la radio y el periodismo me generaban recompensas penosamente raquíticas. Tenía cuarenta y ocho años de edad y pocos triunfos que sirvieran como testimonio de mi casi medio siglo en el planeta.

No me sorprendí cuando mi salud también entró en descenso. Algunos años antes, me había roto el cuello en un accidente automovilístico y aún no me recuperaba por completo. Antes de ese episodio, había sufrido un colapso pulmonar y padecido úlceras, artritis y alergias severas. A la edad de cuarenta y ocho años, sentía como si mi cuerpo se cayera en pedazos. Y fue así que, una noche de febrero de 1992, desperté con ira en mi corazón.

Me volvía una montaña de frustración conforme daba vueltas y vueltas tratando de con-ciliar el sueño de nuevo. Me arranqué las cobijas y salí intempestivamente de la recámara. Me dirigí a donde voy siempre en medio de la noche cuando busco respuestas, pero no había nada decente en el refrigerador, por lo que me dejé caer en el sillón. Permanecí ahí sentado, cociéndome en mis propios jugos.

Después, con la luz de la Luna que entraba por la ventana, vi un cuaderno amarillo sobre la mesita delante de mí. Lo recogí, encontré una pluma y comencé a escribirle a Dios una carta llena de rabia.

“¿Qué se necesita hacer para que la vida funcione? ¿Qué he hecho para merecer una vida de tanta lucha continua? ¿Y cuáles son las reglas? ¡Que alguien me diga las reglas! Voy a participar en el juego, pero primero me tienen que decir las reglas. Y después de habérmelas dicho, ¡no las cambien!”

Seguí escribiendo de esta manera, garabateando frenéticamente por todo el cuaderno, escribiendo con letra muy grande -como suelo hacer cuando estoy enfadado-, tan fuerte que si se sostuvieran cinco páginas a contraluz, en la última todavía se podría leer lo que había escrito en la primera.

Finalmente, quedé vacío. La ira, la frustración y la sensación que bordaba en la histeria se habían disipado, y recuerdo haber pensado, tengo que contarles esto a mis amigos. Un cuaderno amarillo en medio de la noche podría ser la mejor terapia, después de todo.

Extendí el brazo para soltar la pluma, pero ésta no abandonaba mi mano. Esto es asombroso, pensé para mí. Unos cuantos minutos de escribir intensamente y tu mano se acalambra tan severamente, que ni siquiera puedes soltar la pluma.

Esperé a que mis músculos se relajaran pero, en vez de esto, me invadió la sensación de que tenía que escribir algo más. Observé con fascinación cómo mi mano colocaba la pluma en el papel, asombrado, pues realmente no tenía nada más que escribir. Sin embargo, actuaba como si tuviera algo más que poner en el papel.

Tan pronto la pluma tocó el cuaderno, mi mente se llenó con un pensamiento. El pensamiento me fue dicho por una voz. Era la voz más suave, amable y gentil que jamás hubiera escuchado. Excepto que no era una voz, era más bien como una… expresión sin voz… o quizá, más como… un sentimiento que tenía palabras plasmadas en él.

Las palabras que escuché de esta manera fueron:
“Neale, ¿realmente quieres respuestas a todas estas preguntas, o sólo te estás desahogando?
Recuerdo haber pensado, si me estoy desahogando, pero si tienes respuestas, puedes estas endiabladamente seguro de que me gustaría saber cuáles son. A lo cual recibí la respuesta:

Quieres estar “endiabladamente seguro” de muchas cosas. Pero ¿no preferirías estar “angelicalmente seguro”?

Y respondí, “¿qué diablos quiere decir eso?”

Después de lo cual, me invadieron los pensamientos, las ideas, los comunicados, no im-porta cómo se le llamen, más extraordinarios que jamás haya experimentado. Los pensamientos eran tan asombrosos que me encontré a mí mismo anotándolos y respondiendo a ellos. Las ideas que llegaban a mí (o a través de mí) respondían a mis preguntas, pero también planteaban otras que jamás se me habían ocurrido. Así que aquí estaba sosteniendo un “diálogo” con pluma y papel.

Esto continuó durante tres horas y cuando menos lo esperaba ya eran las siete treinta de la mañana. La casa comenzaba a volver a la vida, así que guardé la pluma y el papel. Fue una experiencia interesante, pero no le di gran importancia, hasta la siguiente noche cuando repentinamente desperté de un profundo sueño, a las cuatro veinte de la mañana, de manera tan abrupta como si alguien hubiera entrado a la habitación y encendido la luz. Me senté en la cama, preguntándome qué estaba ocurriendo, cuando sentí una fuerza que me obligó a levantarme de la cama y regresar al cuaderno amarillo.

Aun preguntándome qué sucedía y por qué, di unos traspiés alrededor de la casa, encontré el cuaderno y regresé a mi nicho en el sofá de la sala. Comencé a escribir nuevamente, retomando el diálogo donde se había quedado el día anterior, haciendo preguntas y recibiendo respuestas.

Creo que hasta la fecha no sé qué me motivó a anotarlo todo o a guardar todo el material que escribí. Supongo que creí que mantendría una bitácora o un diario especial. No tenía idea de que algún día se publicaría, ya no digamos que se leería, desde Tokio hasta Toronto, desde San Francisco hasta Sao Paulo.

Es verdad que en cierto momento del diálogo la voz dijo, “esto se convertirá en un libro algún día”. Pero pensé para mí, Sí, tú y cientos de personas más van a enviar sus reflexiones de medianoche a un editor, quien va a decir, “¡Por supuesto, publicaremos esto de inmediato”. Aquel primer diálogo continuó durante un año, despertándome en medio de la noche cuando menos tres noches a la semana.

Una de las preguntas que hacen con más frecuencia es ¿cuándo decidí, cuándo supe, que estaba hablando Dios? Durante las primeras semanas de la experiencia no sabía qué pensar acerca de lo que estaba ocurriendo. Al principio, una parte de mí pensaba que sólo estaba hablando conmigo mismo. luego, en algún punto del camino pensé que lo que quizá me proporcionaba respuestas a mis preguntas era mi “Yo elevado”, por así decirlo, del cual había oído hablar. Pero, finalmente, tuve que abandonar mi autocrítica y el temor al ridículo y decir exactamente lo que era: una conversación con Dios.

Esto ocurrió la noche en que escuche la declaración: “No hay tal cosa como los Diez Mandamientos”.

Casi la mitad de lo que finalmente se convirtió en el libro I había sido escrito cuando se hizo esta espectacular aseveración. Yo había estado explorando la pregunta del camino de Dios, de cuál era el “correcto”. ¿Nos ganamos nuestro lugar en el cielo siendo “buenos” o tenemos la libertad de actuar como queramos sin correr el riesgo de ser castigados por Dios?

-¿Cuál es el camino? –pregunte-, ¿asumir valores tradicionales o improvisar conforme se vaya avanzando?, ¿cuál va a ser, los Diez Mandamientos o los Siete Pasos hacia la Ilu-minación?

Cuando la respuesta fue que los Diez Mandamientos no existen, me quedé pasmado. Sin embargo, más asombrosa aún fue la explicación. Bien, si habían existido diez afirmaciones e indudablemente le habían sido entregadas a Moisés, pero no eran “Mandamientos”. Eran, se me indicó, “cometidos” hechos por Dios para la raza humana, formas en las que podríamos saber que estábamos en el camino correcto hacia Dios.

Esto era diferente a todo lo que se había abordado en la conversación hasta el momento. Esa era información muy importante. Hasta ese momento, parte de lo que me fue revelado en la conversación ya lo había escuchado antes, a través de manestros o de otras fuentes o quizá lo había leído en alguna parte. Pero jamás había escuchados tales afirmaciones acerca de los Diez Mandamientos. Es más, estas ideas quebrantaban todo lo que siempre me habían enseñado o que yo había pensado acerca del tema.

Años después, recibí una carta de un profesor de teología de una importante universidad de la costa oeste, en donde me decía que ésta era la perspectiva más original con relación a los Diez Mandamientos que jamás hubiera sido publicada en trescientos años y que, aunque no estaba seguro de que no concordaba con las declaraciones incluidas en Conversaciones con Dios, éstas le proporcionarían el material necesario para llevar a cabo importantes debates y discusiones durante muchos semestres en el futuro. No obstante, durante esa época no necesitaba recibir cartas de profesores de teología para saber que lo que había escuchado era muy especial y que provenía de una fuente muy especial.

Comencé a percibir a esta fuente como Dios. Nada ha podido hacerme cambiar de parecer desde entonces. De hecho, la información que surgió a lo largo del resto del diálogo de ochocientas páginas, incluyendo la extraordinaria información acerca de la vida entre los Seres Altamente Evolucionados del Universo en el libro 3 y el esquema para la construcción de una nueva sociedad en el planeta Tierra en el libro 2, sólo me ha hecho sentir más convencido que nunca.

Me alegra oír eso. Y es interesante que hagas mención de esa parte del diálogo, porque también fue la sección en donde hablé acerca de conocer a Dios.

Fue ahí en donde dije, “para poder llegar a conocer realmente a Dios tienes que hacer a un lado tu mente”.

Ven a Mí, dijiste, siguiendo el camino de tu corazón, no a través de un viaje de tu mente. Nunca Me encontrarás en tu mente.

En otras palabras, realmente no Me puedes llegar a conocer si piensas en Mí demasiado. Esto se debe a que tus pensamientos únicamente contienen tus ideas preexistentes acerca de Dios. Sin embargo, la realidad de quién soy Yo no la podrás encontrar en tus ideas pre-existentes, sino en tu experiencia del momento presente.

Piénsalo de esta manera: tu mente guarda el pasado, tu cuerpo guarda el presente, tu alma guarda el futuro.

En otras palabras, la mente analiza y recuerda, el cuerpo experimenta y siente, el alma ob-serva y conoce.

Si quieres ponerte en contacto con lo que recuerdas acerca de Dios, utiliza tu mente. Si quieres ponerte en contacto con lo que sientes hacia Dios, utiliza tu cuerpo. Si quieres ponerte en contacto con lo que sabes acerca de Dios, utiliza tu alma.

Estoy confundido. Yo pensaba que los sentimientos eran el lenguaje del alma.

Lo son. Sin embargo, tu alma habla a través de tu cuerpo, el cual te ofrece una experiencia de momento presente de tu verdad. Si deseas conocer tu verdad en torno a cualquier tema, recurre a tus sentimientos. La manera más rápida de hacer esto es consultado con tu cuerpo.

Ya veo. A eso le llamo hacer la “prueba del estómago”. Hay un viejo refrán que dice, “el estómago sabe”.

Y es verdad. Tu estómago en realidad funciona como un muy buen barómetro. De modo que si te quieres poner en contacto con lo que tu alma sabe acerca del futuro, incluyendo las posibilidades que presentaría tu experiencia con Dios, escucha a tu cuerpo, escucha lo que dice en este mismo momento.

Tu alma lo sabe todo, pasado, presente y futuro. Sabe Quién Eres y Quién Quieres Ser. Me conoce a Mí íntimamente, porque se trata de la parte de Mí más cercana a ti.

Vaya, eso me agrada. “El alma es la parte de Dios más cercana a ti”. ¡Qué afirmación tan grandiosa!

Y es verdad. De manera que, para conocerme, todo lo que tienes que hacer es conocer profundamente a tu alma.

Para tener una amistad con Dios, todo lo que tengo que hacer es tener una amistad conmigo mismo.

Exactamente.

Eso suena tan sencillo. Es casi demasiado ideal para ser verdad.

Es verdad. Confía en Mí. Pero no es fácil. Si fuera fácil conocerte a ti mismo, ya no digamos tener una amistad contigo mismo, lo habrías hecho desde hace tiempo.

¿Me puedes ayudar?

Eso es lo que pretendo hacer aquí. Te voy a conducir de regreso a ti mismo… y, así, llevarte de regreso a Mí. Y un día, tú harás lo mismo por los demás. Les vas a devolver a las personas su propio Ser y así los devolverás a Mí. Cuando te encuentras a ti mismo, Me encuentras a Mí. Siempre He estado ahí y siempre lo estaré.

¿Cómo puedo tener una amistad conmigo mismo?

Procurando conocer Quién Eres Realmente. Y entendiendo claramente quién no eres.

Yo pensé que había tenido una amistado conmigo mismo. ¡Me agrado mucho! Quizá hasta demasiado. Como ya he dicho, si alguna vez he tenido un problema de personalidad en mi vida, ha sido mi ego.

Un ego grande no es señal de que nos queremos a nosotros mismos, sino exactamente lo opuesto. Si las personas se “jactan” y “presumen” mucho, dan lugar a la pregunta, ¿qué les desagrada tanto de sí mismos que sienten la necesidad de agradar a los demás para compensar?

Caramba. Eso es casi doloroso.

Una observación dolorosa casi siempre es verdadera. Duele crecer, hijo mío. No tiene nada de malo.

¿Quieres decir que realmente no me quiero mucho a mi mismo, y estoy tratando de compensar esa falta de autoestima, sustituyéndola por el amor de otros?

Sólo tú puedes saber eso. Sin embargo, tú eres el que dijo que tenía un problema con el ego. He notado que el verdadero amor propio hace desaparecer el ego, no lo engrandece. En otras palabras, entre más comprensión tengas acerca de Quién Eres Realmente, más pequeño será tu ego.

Y cuando estás completamente familiarizado con Quién Eres Realmente, tu ego desaparece por completo.

Pero mi ego es la percepción de mí mismo, ¿no?

No. Tu ego es quien tú crees que eres. No tiene nada que ver con Quien Eres Realmente.

¿No se contradice esto con una de las primeras enseñanzas, que indica que no tiene nada de malo tener ego?

No tiene nada de malo tener ego. De hecho, está muy bien, porque es necesario tenerlo para poder pasar por la experiencia que estás viviendo actualmente, imaginando que eres una entidad separada de un mundo relativo.

Bien, ahora estoy completamente confundido.

Está bien. La confusión es el primer paso hacia la sabiduría. Es un disparate creer que tienes todas las respuestas.

¿Me puedes ayudar? ¿Es bueno tener ego o no?

Esa es una buena pregunta.

Has ingresado al mundo relativo que yo denomino el Reino de lo Relativo, con el fin de po-der experimentar lo que no puedes en el Reino de lo Absoluto. Lo que pretendes es experimentar es Quién Eres Realmente. En el Reino de lo Absoluto, puedes saberlo pero no lo experimentas. Tu alma desea conocerse a sí mismo por medio de experiencias. La razón por la que no experimentas ningún aspecto de Quien Eres Realmente en el Reino de lo Absoluto es porque, en este reino, no existe ningún aspecto que tú no seas.

El absoluto es justamente eso -el absoluto-. El todo de Todas las Cosas. El Alfa y el Omega, con nada en medio. No hay grados de “Absoluto”. Los grados son únicamente cosas que pueden existir en lo Relativo.

El Reino de lo Relativo fue creado con el fin de que puedas conocerte a ti mismo como magnífico, por medio de experiencias. En el Reino de lo Absoluto no hay otra cosa más que magnificencia, de modo que ésta “no es”. O sea, no se puede experimentar, no se puede conocer por medio de experiencias, porque no hay manera de experimentar la magnificencia en la ausencia de aquello que no es magnífico. De verdad, tú eres Uno con el Todo. ¡Esa es tu magnificencia! Sin embargo, no puedes conocer la magnificencia de ser Uno con Todo mientras eres Uno con Todo, porque no hay nada más, de tal manera que ser Uno con Todo no significa nada. En tu experiencia, tú eres simplemente “tú”, y no tienes experiencia alguna de la magnificencia que implica.

La única manera en la que puedes experimentar la magnificencia de ser Uno con todo es si existe algún estado o condición en el que no ser Uno con Todo sea posible. Sin embargo, Todo es Uno en el Reino de lo Absoluto, lo cual finalmente es la máxima realidad; el hecho de que algo no sea Uno con Todo es imposible.

No obstante, lo que no es imposible es la ilusión de no ser Uno con Todo. Entonces, fue con el propósito de crear esta ilusión que surgió el Reino de lo Relativo. Es como un mundo de Alicia en el País de las Maravillas, en donde las cosas no son como parecen ser y en el que las cosas parecen ser lo que no son.

Tu ego es la herramienta principal en la creación de esta ilusión. Este dispositivo es el que te permite imaginar a tu Yo como algo separado del Resto de Ti Mismo. Es la parte de ti que te considera un individuo.

Tú no eres un individuo, sin embargo, debes individualizarte con el fin de comprender y apreciar la experiencia en su totalidad. De modo que, en este sentido, es “bueno” tener ego. Si consideras lo que tratas de hacer, es algo “bueno”. Sin embargo, demasiado ego, anali-zando lo que deseas hacer, “no resulta bueno”. Esto se debe a que intentas usar la ilusión de separación para comprender y apreciar mejor la experiencia de la Unidad, que es Quien Eres Realmente.

Cuando el ego se engrandece tanto que todo lo que puedes apreciar es tu Yo separado, to-das las probabilidades de experimentar el Yo unificado desaparecen y estás perdido. Literalmente te has perdido en el mundo de tu ilusión y puedes permanecer así durante muchas vidas, hasta que finalmente sacas a tu Yo de ese mundo, o hasta que otra persona –otra alma- te saca. A esto se refiere la frase “devolverte a ti mismo”. A esto se referían las iglesias cristianas cuando hablaban del concepto del “salvador”, El único error que cometieron éstas fue declararse a sí mismas y a sus religiones como la única manera de “salvarse”, reforzando de esta manera nuevamente la ilusión de separación, ¡justamente la misma ilusión de la cual deberían tratar de salvarte!

Así, pues, me preguntas si es bueno tener ego, y esa es una pregunta enorme. Todo depende de qué estés tratando de hacer. Si usas el ego como herramienta con la cual finalmente experimentas la Única Realidad, es bueno. Si el ego te está usando a ti para impedir que experimentes la realidad, entonces no es bueno. En la medida en que te detenga de hacer lo que viniste a hacer, “no es algo bueno”. Sin embargo, siempre tienes libre albedrío para lo que has venido a hacer. Si disfrutas de no experimentar tu Yo como parte de la Unidad, tendrás la opción de no tener esa experiencia en este momento. Es únicamente cuando te hayas cansado de tu separación, te hayas cansado de la ilusión, te hayas cansado de la soledad y el dolor, que buscarás tu camino a casa y entonces encontrarás que ahí Estaré, que siempre he estado ahí.

Siempre.

Vaya. Haz una pregunta y obtén una respuesta.

Especialmente cuando le preguntas a Dios.

Si ya veo. Quiero decir, no es como si tuvieras que detenerte y pensar en estas cosas.

No, la respuesta está justo ahí, en la punta de Mi lengua. Además, quiero agregar que está justo en la punta de tu lengua, también.

¿Qué significa eso?

Significa que Yo no me guardo estas respuestas. Nunca lo he hecho. Todas las respuestas a todas las preguntas de la vida se encuentran, literalmente, en la punta de tu lengua.

Esa es otra manera de decir, “según tu palabra, así será”.

Bueno, de acuerdo con esa afirmación, si yo digo que todo lo que dices Tú son puros disparates, entonces todo lo que acabas de decir no es verdad.

Eso es cierto.

No, eso no es cierto.

Quiero decir, es cierto que no es verdad.

Pero si digo que todo lo que Tú dices no es verdad, entonces no es verdad que no sea verdad.

Eso es cierto.

A menos de que no lo sea.

A menos de que no lo sea.

Lo que sucede es que creas tu propia realidad.

Eso dices Tú.

Así es.

Pero si no creo en lo que Tú dices…

…entonces no lo experimentarás como tu realidad. Pero fíjate bien en este dilema, porque si no aceptas que puedes crear tu propia realidad, entonces experimentarás tu realidad como algo que no creaste… probando así que creas tu propia realidad.

Caramba, siento que estoy en la casa de los espejos.

Lo estás, Ser maravilloso. En más formas de las que te puedes imaginar. Pues todo lo que ves es un reflejo de ti mismo. y si los espejos de la vida te muestran distorsiones, son un reflejo de los pensamientos distorsionados de ti mismo.

Eso me regresa al punto en donde estabas antes de desviarme por esta tangente.

No hay tangentes, Hijo Mío, sólo diferentes caminos hacia el mismo destino.

Te preguntaba cómo puedo tener una amistad conmigo mismo. Tú dijiste que conoceré a Dios cuando conozca mi propia alma; que puedo tener una amistad con Dios cuando tenga una amistad conmigo mismo. Y te pregunté cómo puedo hacer eso. Yo pensaba que ya tenía una amistad conmigo mismo.

Algunas personas la tienen y algunas personas no. Para algunas personas, lo más que pueden obtener es una tregua.

Quizá es verdad lo que dijiste acerca de que un ego grande es señal de que no me agrado a mí mismo. Voy a pensar detenidamente en eso.

No es tanto que las personas no se agraden completamente a sí mismas. Es sólo que hay una parte de sí mismas que no les agrada, de modo que el ego compensa tratando de agradar a otras personas. Obviamente, no muestran a los demás la parte de sí mismos que no les agrada hasta que la creciente intimidad de una relación hace que sea imposible ocultarla. Cuando finalmente revelan esa parte y cuando la otra persona se muestra sor-prendida, quizá inclusive en forma negativa, sienten que se ha confirmado el hecho de que ese aspecto de su persona es desagradable, y así el círculo continúa.

Es un proceso muy complejo y tu pasas por él diariamente.

Debiste haber sido psicólogo.

Yo inventé la psicología.

Lo sé. Sólo bromeaba.

Lo sé. Veras, “bromear” es algo que hace la gente cuando…

¡Suficiente!

Tienes razón. Suficiente. Sólo estaba bromeando.

Me haces reír. ¿Lo sabías?

¿Yo te hago reír a ti? Tú me haces reír a Mí.

Eso es lo que me gusta, un Dios con sentido del humor.

La risa es buena para el alma.

No podría estar más de acuerdo, ¿pero podemos regresar a la pregunta? ¿cómo puedo tener una amistad conmigo mismo?

Comprendiendo claramente Quien Eres Realmente y quién no eres. Una vez que sepas Quien Eres Realmente, te enamorarás de tu persona.

Una vez que te hayas enamorado de tu persona, te enamorarás de Mí.

¿Cómo puedo comprender claramente quién soy y quién no soy?

Comencemos primeramente con quién no eres, porque aquí yace el problema más grande.

Está bien, ¿Quién no soy yo?

Antes que nada quiero decirte que tú no eres tu pasado. Tú no eres tus ayeres.

No eres lo que hiciste ayer, lo que dijiste ayer, lo que pensaste ayer.

Muchas personas querrán pensar que eres tus ayeres. De hecho, algunos insistirán en que los seas. Harán esto porque están muy interesados en que continúes presentándote de esta manera. Por una parte, esto les hace sentir que “tienen razón” en lo que se refiere a ti. Por otra parte, que pueden “depender” de ti.

Cuando otras personas te perciben como “malo”, no quieren que cambies, porque simplemente quieren continuar teniendo “razón” acerca de ti. Esto les permite justificar la manera como te tratan.

Cuando otras personas te perciben como “bueno”, no quieren que cambies, porque quieren continuar teniendo la posibilidad de “depender” de ti. Esto les permite justificar la manera en la que esperan que los trates.

Lo que estás invitado a hacer es vivir el momento. Renuévate en el momento presente.

Esto te ayuda a separar tu Persona de las antiguas ideas acerca de ti mismo, pues una gran cantidad de éstas se basan en las ideas que tienen de otras personas con respecto a ti.

¿Cómo puedo olvidar mi pasado? Las ideas que tienen otras personas con respecto a mí están basadas, cuando menos en parte, en la forma en que me perciben, en mis conductas del pasado. ¿Qué hago, simplemente olvidar que hice esas cosas? ¿Fingir que no importan?

Ni lo uno ni lo otro.

No intentes olvidar tu pasado, intenta cambiar tu futuro.

Lo peor que puedes hacer es olvidar tu pasado. Olvida tu pasado y olvidarás todo lo que tiene que enseñarte, todo lo que te dio como regalo.

Tampoco finjas que no te importa. Más bien, reconoce que sí importa y que, precisamente porque sí importa, has decidido no repetir ciertas conductas nuevamente. Sin embargo, una vez que has tomado esa decisión, deja atrás tu pasado, lo cual no significa olvidarlo. Significa dejar de aferrarte a él, termina tu sujeción al pasado como si te fueras a ahogar sin él. Te ahogas debido a él.

Deja de usar tu pasado para mantenerte sumergido en las ideas de Quién Eres. Deja atrás eos viejos troncos y comienza a nadar hacia una costa nueva.

Inclusive las personas con un pasado maravilloso no se hacen ningún favor aferrándose a él como una manera de definir Quiénes Son. Esto se llama “dormir sobre nuestros laureles”, y nada detiene el crecimiento en su mayor rapidez.

No debes dormir sobre tus laureles ni detenerte en tus fracasos. Más bien, comienza otra vez; cada dorado momento del presente inicia una nueva página.

Pero, ¿cómo puedo cambiar conductas que se han convertido en habituales o características de la personalidad que se han enraizado?

Haciéndote una pregunta sencilla: ¡soy Yo esta persona?

Es la pregunta más importante que jamás te formularás. Te resultará muy provechoso hacértela antes y después de cada decisión en tu vida, desde qué ropa usar, hasta qué empleo aceptar, desde con quien casarte, hasta si debes casarte siquiera. Indiscutiblemente es una pregunta clave cuando te sorprendes a ti mismo adoptando conductas que dices querer descontinuar.

¿Y esto va a cambiar las características de la personalidad y las conductas que hemos tenido durante mucho tiempo?

Inténtalo.

Está bien. Lo haré

Bueno.

Después de que decida quién no soy y después de que libere de la idea de que soy mi pasado, ¿cómo descubro Quién soy yo?

No se trata de un proceso de descubrimiento, sino de uno de creación. No puedes “descubrir” Quien Eres, porque debes empezar a partir de cero cuando lo decidas. No decides esto basándote en tus descubrimientos, sino en tus preferencias.

No seas quien pensabas ser, sé quien desearías ser.

Ésa es una gran diferencia

Es la diferencia más grande de tu vida. Hasta el momento has estado “siendo” quien creías ser. De ahora en adelante serás el producto de tus anhelos más elevados.

¿Realmente puedo cambiar tanto?

Por supuesto que puedes. Pero recuerda: no se trata de cambiar y así convertirte en alguien aceptable. A los ojos de Dios, ya eres aceptable en este momento. Únicamente estás cambiando porque has elegido cambiar, eliges una versión más nueva de Ti mismo.

La versión más grandiosa de la visión más fantástica que jamás haya tenido acerca de Quién Soy Yo.

Exactamente.

¿Y una pregunta tan simple como “soy Yo Esta Persona” me va a conducir a ello?

Lo hará, a no ser que suceda lo contrario. Pero es una herramienta muy muy poderosa. Puede generar transformaciones.

Es poderosa porque pone en contexto todo aquello que está ocurriendo. Te permite ver claramente lo que estás haciendo. He observado que muchas personas no saben lo que están haciendo.

¿Qué quieres decir? ¿Qué están haciendo?

Se están creando a sí mismos. Muchas personas no comprender esto. No pueden ver lo que está ocurriendo, lo que están haciendo. No saben que, de hecho, esto es el propósito de la vida.

Y porque no saben esto, no se percatan de cuánta importancia, cuánta repercusión tiene cada decisión.

Cada decisión que tomes –cada una- no es acerca de qué hacer. Es acerca de Quién Eres. Cuando te das cuenta de esto, cuando lo comprendes, todo cambia. Comienzas a ver la vida de manera diferente. Todos los eventos, sucesos y situaciones se convierten en oportunidades para hacer lo que vinieron a hacer.

Si vinimos aquí con una misión, ¿no es así?

Ah, si. Definitivamente. El propósito de tu alma es anunciar y declarar, ser y expresar, experimentar y satisfacer a Quien Eres Realmente.

¿Y quién soy?

¡Quienquiera que digas ser! La forma en que vives tu vida es tu declaración. Tus elecciones te definen. Cada acto es un acto de definición propia.

De modo que sí, una pregunta de cuatro palabras como ésa, puede cambiar tu vida. Porque esa pregunta si puedes recordar hacerla, plantea todo lo que ocurre en un nuevo contexto, mucho más grande.

Especialmente si haces la pregunta en el momento de tomar una decisión.

No hay momento alguno en el que no tomes decisiones. Siempre estás tomando decisiones, todo el tiempo. Inclusive cuando duermes, tomas decisiones. (De hecho, algunas de las más importantes las tomas cuando duermes. Y algunas personas duermen aún cuando parece que están despiertos).

En cierta ocasión, alguien dijo que estamos en un planeta de sonámbulos.

No estaba lejos de la verdad.

De modo que esa es la pregunta mágica, ¿verdad?

Ésa es la pregunta mágica. La de cinco palabras.

En realidad, hay dos preguntas mágicas de cinco palabras. Formuladas en el momento apropiado, éstas te pueden impulsar hacia adelante en tu propia evolución más de lo que jamás podrías imaginar. Estas preguntas son:

¿Realmente soy yo esta persona?

¿Qué haría el amor ahora?

Es a través de tu decisión de formular y responder estas preguntas en cada etapa, que podrás avanzar de estudiante a maestro en el Nuevo Evangelio.

¿El Nuevo Evangelio? ¿Qué es eso?

A su debido tiempo, amigo mío. A su debido tiempo. Tenemos mucho qué decir antes de llegar a eso.

¿Entonces podemos regresar al tema de la culpa sólo una vez más? ¿Qué hay de las personas que han hecho cosas horribles, por ejemplo, matado gente o violado mujeres o abusado de niños y simplemente no se pueden perdonar a sí mismos?

Los que han hecho en el pasado, no define quiénes son. Quizá otras personas si los clasifiquen según su pasado e incluso ellos crean que son esas personas, pero no es Quienes Son Realmente.

Pero la mayoría de la gente no quiere escuchar esto. Están demasiado consumidos por su propia culpa o quizá amargura por lo que creen ha sido una mala jugada del destino. Algunos de ellos incluso temen repetir sus actos. De tal manera que consideran que sus vidas son inútiles, sin sentido.

¡Ninguna vida carece de sentido! Y te puedo asegurar que ninguna vida es inútil.

El temor y la culpa son los únicos enemigos del hombre.

Eso ya me lo has dicho antes

Y te lo diré nuevamente. El temor y la culpa son tus únicos enemigos. Si abandonas el miedo, el miedo te abandona a ti. Si dejas ir a la culpa, la culpa te dejará a ti.

¿Cómo hacemos eso? ¿Cómo abandonamos el temor y la culpa?
Al decidir hacerlo. Es una decisión arbitraria, basada únicamente en tu preferencia personal. Simplemente cambias de opinión acerca de ti mismo y de cómo eliges sentirte. Es como dice Harry Palmer:

Sólo se requiere tomar una decisión para cambiar de parecer.

Hasta un asesino puede cambiar de parecer. Incluso un violador puede volver a recrear su vida a partir de cero. Hasta un abusador de niños puede ser redimido.Todo lo que se requiere es tomar una decisión desde lo más profundo del corazón, el alma y la mente: Este No Soy Yo.

¿Eso se aplica a todos, sin importar nuestras ofensas, grandes o pequeñas?

Eso se aplica a cualquiera de ustedes.

Sin embargo, ¿cómo me puedo perdonar si he hecho lo imperdonable?

No hay tal cosa como algo imperdonable. No existe ofensa tan grande que me rehusara a perdonar. Aún las religiones más estrictas enseñan eso. Quizá no concuerden en la forma de expiación, ni en el camino, pero todas concuerdan en que existe un camino, existe un sendero.

¿Cuál es el camino? ¿Cómo puedo alcanzar la expiación si yo mismo considero que mis ofensas son imperdonables?

La oportunidad para obtener la expiación se te brinda de forma automática en el momento de la muerte.

Debes darte cuenta de que la “expiación” no es otra cosa más que la realización de que tú y todos los demás son Uno sólo. Es comprender que eres Uno con todo, incluyéndome a mí.

Esto lo vas a experimentar -lo vas a recordar- inmediatamente después de la muerte, cuando hayas salido de tu cuerpo.

Todas las almas experimentan su expiación de manera muy interesante. Se les permite re-correr una vez más, cada momento de la vida que acaban de concluir y experimentarla no sólo desde su propio punto de vista, sino desde el punto de vista de todas las personas que se vieron afectadas por ese momento. Tienen la oportunidad de volver a pensar cada pensamiento, de volver a decir cada palabra, de repetir cada acto y de experimentar su repercusión sobre cada persona a la que afectó, como si ellos fueran la otra persona. Y lo son.

Tienen la oportunidad de saberlo por medio de experiencias. En ese momento, la frase “Todos Somos Uno” ya no será un concepto, sino una experiencia.

Eso debe ser como vivir en un infierno. Creí que habías dicho en Conversaciones con Dios que no había tal cosa como el infierno.

No existe un lugar de tormento y condenación eterna, como ustedes han creado en sus teo-logías. Pero todos y cada uno experimentarán el impacto, el producto y el resultado de sus elecciones y decisiones. Sin embargo, esto tiene que ver con el crecimiento, no con la “justicia”. Es el proceso de evolución, nunca el castigo de “Dios”.

Y durante la “reseña” de tu vida”, como algunos le han llamado, nadie te juzgará, sino que simplemente se te permitirá experimentar la Totalidad de tu experiencia, en lugar de la versión centralizada de Ti que reside en tu actual experiencia corporal, en cada momento de tu vida.

Ay. Eso suena como algo que podría ser doloroso.

No lo es. No vas a experimentar dolor, solo conciencia. Adquirirás conciencia y estarás en profunda sincronía con la totalidad de cada momento y su contenido. Sin embargo, esto no te dolerá, sino que te iluminará.

No será un “¡ay!” sino un “¡aja!”.

Exactamente.

Pero si no va a haber un “¡ay!”, ¿cuál es la “retribución” por el dolor que hemos causado y por el daño que hemos hechos?

A Dios no le interesa cobrarse. Dios está interesado en moverte hacia adelante. Éste es el sendero de evolución en el que te encuentras, no el camino hacia el infierno.

La meta es adquirir conciencia, no sufrir una retribución.

Dios no está interesado en la venganza. A Dios sólo le interesa que abramos los ojos.

Vaya, nada mal. Nada mal en absoluto.

Bueno, creo que es importante mantener un tono ligero. He desperdiciado tantos años hundido en la culpa, y algunas personas parecen creer que nos debemos aferrar a ella para siempre. Pero la culpa y el arrepentimiento no son la misma cosa. El hecho de que haya dejado de sentir culpa acerca de algo no significa que no me arrepienta de ello. El arrepentimiento puede ser educativo, mientras que la culpa es sólo debilitante.

Tienes toda la razón. Bien dicho.

Cuando estemos libres de culpa, podemos seguir adelante, como Tú dijiste, con nuestras vidas. Podemos hacer algo productivo con ellas.

Efectivamente, así es. Harás amistad conmigo nuevamente, te enamorarás de ti mismo, cuando por fin reconozcas Quién Eres Realmente.

Y así habremos dado el primer paso para entablar una amistar real y activa con Dios.

Si

Ojalá fuera tan fácil como Tú lo haces parecer.

Lo es. Confía en Mí.